Gays
No quiero entrar en la discusión sobre la naturalidad de la homosexualidad (Hablo de naturalidad, no de habitualidad), ni sobre si la homosexualidad es algo “patológico” (Tampoco quiero recordar que si hoy en día la homosexualidad no es una patología se debe a la presión del lobby gay sobre la APA, sobre todo en aquellos disturbios de L.A. en 1973) ni sobre la conveniencia de que los gays puedan adoptar hijos (No me refiero a esos estudios de entidades no corruptas por lo políticamente correcto que siguen pensando que para el correcto desarrollo del niño tiene que existir una dualidad de figuras).
No, no quiero hablar de eso, quiero hablar de las libertades de los gays y de los no-gays.
Más o menos, hoy en día nadie piensa que la homosexualidad es una enfermedad, por lo tanto, los gays deben ser libres de vivir en sociedad y en pareja, recibir las ayudas y beneficios que la sociedad nos da a todos y creo que todo esto estaba lo suficientemente tratado con la ley de parejas de hecho, en la cual se les reconocía derecho sucesorio…
No se puede construir un mundo mejor para la gente, tiene que ser la gente la que lo construye, pues bien, los gays van a poder contraer matrimonio, ese sagrado contrato reservado a un hombre y a una mujer, por el cual y sobre el cual en nuestra sociedad (Creo que ahora es cuando los progres dirían “Todo eso es por nuestra mentalidad judeocristiana) se basa y fundamenta la familia. No nos podemos permitir destruir y mancillar ni el matrimonio ni la familia. Todos nosotros hemos nacido en el seno de una familia, todos nosotros hemos el premio que recibieron nuestros padres por tener una familia, hemos sido su proyecto. Hemos sido el fruto de su matrimonio.
No dejemos que los derechos de un hombre y una mujer de formar un matrimonio sean subyugados por las ganas (fijaros que no digo derecho) de un colectivo de querer “casarse”.
Poco a poco estamos llegando a un Estado de las leyes y nos olvidamos del Estado del Derecho, no podemos olvidar que el Derecho no se crea, se encuentra.
Cuando la ley y la moral se contradicen una a otra, el ciudadano confronta la cruel alternativa de perder su sentido moral o perder su respeto por la ley.
Frederic Bastiat
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